Mi obra habla del misterio, la intimidad, el ser humano como parte de la naturaleza y su integración en el paisaje... El paisaje que se ve en mis imágenes siempre tiene un papel emocional. Me interesa trabajar lejos de la personalización, cerca de representar emociones y sentimientos universales, por eso la ausencia de rostros en general. La fotografía para mí es un lenguaje nativo, desde muy pequeña me comunico a través de ella como conexión de mi persona con el entorno. Entiendo el arte como una búsqueda, una terapia y una herramienta que me lleva a la constante transformación espiritual y profesional. Mi obra es siempre un espejo de mi universo interior, de mi posición frente al mundo, y una reflexión de lo que me toca vivir en cada momento de mi vida. La característica más distintiva es la luz, busco los límites del anochecer y el amanecer, mi luz es azul, fría. Siempre he sentido una gran atracción por la iluminación tenue e íntima, sutil, serena, que envuelve el escenario. Creo desde lo “liminal” (desde ambos lados de una frontera o umbral); quiero decir, estar entre el día y la noche, la tranquilidad y la inquietud. Me muevo y exploro el lugar que existe entre las distintas polaridades porque para mí no hay límites. Hay caminos, puentes... Y al final: La naturaleza siempre gana, lo es todo.