Caminar por playas vacías, solo con tus pensamientos, abrazar los elementos y escuchar los sonidos del ritmo de la naturaleza puede tocar nuestras almas. Estos son momentos profundamente espirituales en los que a menudo nos detenemos a considerar el gran diseño de la vida misma. En estos momentos es fácil creer que hay un Dios y que la intención de la vida era que todo fuera bueno. Me encanta el paisaje escocés: tiene todas las formas y texturas que estimulan visualmente los sentidos. No solo me inspira la escena, sino que busco esa "divina proporción", acertadamente llamada y, de hecho, la más agradable a la vista. En mis pinturas puedes sentir la presencia de la humanidad, pero rara vez la ves: la ropa está tendida, la luz huele mal y los postes de telégrafo hablan. Rindo homenaje al pasado cultural a través del antiguo muro del dique, los pequeños puertos y las pintorescas granjas que están felizmente al lado de las ovejas pastando.